Por Salvador J. Ribas – Nota: una versión previa de este artículo se publicó en Lectura del Segre en agosto de 2021
¿Has oído hablar de la luna azul? Más allá de títulos de canciones, tal vez hayas oído este término en medios de comunicación en referencia a ciertas lunas llenas. La luna no toma ningún color azul, sino que el término tiene su origen en el inglés blue moon que, como veremos, originalmente no se refería tampoco al color azul.
La definición que suele utilizarse de luna azul en muchos medios de comunicación es el resultado de una interpretación errónea publicada hace 75 años en una revista de astronomía. Así pues, hay dos definiciones: la tradicional y la moderna.
Lo primero que hay que conocer es que tenemos una luna llena cada 29,5 días aproximadamente, esto es menos que la duración de un mes. De modo que 12 ciclos lunares duran unos 11 días menos que un año natural. Esto hace que cada dos o tres años (concretamente, 7 veces cada 19 años), tenemos 13 lunas llenas en un año.
En el almanaque de payés anglosajón tradicional, que iba ligado a las estaciones del año y no al año de calendario como lo usamos ahora, se referenciaba como año con luna azul aquél que tenía 13 lunas llenas, y dado que hay 4 estaciones durante el año, habría una estación que tendría 4 lunas llenas en lugar de 3. El nombre concreto de luna azul se aplicaba a la tercera de las cuatro lunas de una estación, y ¿por qué? Pues porque el blue no venía de azul sino de belewe (traidora), ya que esta tercera luna llena dentro de una estación no implicaba el final de la estación sino que faltaba todavía otra, y por lo tanto era engañosa. En este sentido se atribuyen varias historias y anécdotas en torno a los seguimientos de los preceptos de cuaresma y la luna traicionera.
A estas lunas azules tradicionales se las llama ahora estacionales, como la que tenemos este 19 de agosto de 2024, para distinguirlas de una segunda definición. En 1946 la revista Sky and Telescope malinterpretó el término y pensó que, si había trece lunas en un año, quería decir que había dos en un mes. Esto es cierto si nos guiamos por el calendario civil, pero no si lo hacemos por los calendarios tradicionales de payés basados en las estaciones, donde se origina el nombre. De modo que desde 1946, y especialmente en los últimos 20 años, se ha cambiado popularmente la terminología y se usa luna azul para referirse a la segunda luna llena de un mes, aunque no haya cuatro en una misma estación. Así, con este nuevo criterio, este año no tendríamos ninguna, mientras que estacionalmente este verano tiene cuatro y, por lo tanto, este agosto tiene luna azul estacional (o tradicional).
Por otra parte, y recuperando el asunto del color, la luna azul no se ve de color azul, pero ha habido casos en los que así se ha mostrado. Esto no está vinculado a un origen astronómico, sino atmosférico. Concretamente, la presencia de partículas volcánicas de tamaños superiores a 0,7 micrómetros puede producir este efecto, y así se reportaron lunas de color azul después de la erupción explosiva del Krakatoa en el siglo XIX, y más recientemente en 1991 con la del volcán Pinatubo.