El pasado fin de semana se observaron auroras boreales en latitudes no habituales, así como una variante de las auroras llamada SAR (Stable Aurora Red arch).
A pesar de que desde algunos puntos de Cataluña, especialmente desde el Pirineo, se han podido observar otras auroras en las últimas décadas, un fenómeno de estas dimensiones podríamos compararlo con la aurora de 1938 observada en plena guerra civil española.
Como cualquier aurora boreal, estos fenómenos se producen por una o varias eyecciones de masa coronal o CME (por sus siglas en inglés: Coronal Mass Ejection). Unas ondas de radiación y viento solar que se desprenden del Sol y que al viajar hacia la Tierra interactúan con el campo magnético del planeta produciendo lo que conocemos como tormenta solar.
Fuente: NASA Space Planet
En la mayoría de los casos, estas partículas procedentes del Sol se cuelan por los polos magnéticos terrestres, produciendo las clásicas auroras boreales o australes.
Pero, en el caso de la Aurora SAR 2024, al tratarse de una tormenta solar extrema, la llegada de partículas es tan intensa que superan más fácilmente el campo magnético de la Tierra y no solo se cuelan por las regiones cercanas a los polos, sino que pueden llegar a latitudes mucho más bajas como ha sido el caso.
En concreto, la tormenta solar que ha provocado la Aurora SAR 2024 ha sido calificada al nivel más alto (G5) por el organismo americano encargado de la observación de este tipo de fenómenos, la NOAA.
Un tipo de tormenta que son más habituales en el ciclo de máxima actividad solar, en el que estamos entrando este año.
Como es habitual ante fenómenos extremos como este solemos preguntarnos qué efectos podrían tener en nuestro planeta.
Para saberlo podemos observar tormentas solares del pasado como, por ejemplo, el evento Carrington. Una poderosa tormenta que tuvo lugar en 1859 y que causó la interrupción de los sistemas de telégrafo en Europa y Norteamérica.
En este caso, al tratarse de una tormenta solar de nivel G5, sabemos que puede provocar fallas en las redes eléctricas, daños en los transformadores, interrupciones en las comunicaciones y la navegación por satélite.
Si bien no han trascendido hasta el momento grandes afectaciones en el momento de la aurora (la madrugada del 10 al 11 de mayo), la región activa del Sol que la causó ha continuado generando más fenómenos violentos que, aunque no apuntar en dirección a la Tierra, han generado notables interferencias en las comunicaciones por radio.